martes, 27 de julio de 2010

Seguro

Estas vacaciones se pasaron muy rápido. Son las primeras de invierno en toda mi vida que no me cansan y me dejan con un sabor de querer más tiempo libre. Es que cuando ya estás en la movida laboral, un rato libre es oro en las manos y la posibilidad de hacer cosas que se ven lejanas cuando el tiempo ahorca y las responsabilidades no dan respiro. Muy especial esto, porque después de años de prometermelo y quizás incumplido por la no necesidad de ese abrazo fraternal, esta vez pude visitar y pasar momentos únicos con mis amigos. Lo bueno de sentirse contenido y de igual a igual con esta gente que comprende y hace de lo cotidiano un buen momento. A ellos les estoy agradecido. Muchas veces estuve ahí, frecuentando otras personas, conociendo, interiorizándome en nuevos aires, pero nunca me olvido de quienes están ahí desde el principio, cuando de lo que hago hoy no se suponía siquiera y sin embargo apoyan y apoyan cada cosa que se presenta y aconsejan y lo hacen a uno crecer como persona, desde lo moral y todo lo que humanamente la experiencia deja en su andar. Mantengo una fuerte amistad, que si bien trillada la frase está, digo que es hermandad, con unas personas que conocí en un jardín de infantes en 1994. Esas personas compartieron conmigo historias, aventuras y aulas hasta el año 2000, donde tomamos caminos diferentes, y ante el anticipado alejamiento del grueso de gente, nosotros persistimos con seguir con esta amistad, amistad que tira constantemente y ante las circunstancias nos acarréa a todos hacia el mismo lugar. Lo de siempre, momentos buenos, momentos malos. Maldigo las diferencias por desatenciones que quedaron vigentes y perturban. Me gustaría poder dialogar con todos y decir que esto va más allá de eso. Porque la historia avala. "Y son llagas que llevamos por ser quienes somos." La excusa perfecta siempre es el día del amigo, pero nosotros solemos festejar el día después, la semana después, un mes después. Lo de siempre, las brazas, las tiras de asado, la coca, la mística y las anécdotas de siempre. Quienes asisten y forman parte de manera indirecta miran desorientados, intentando comprender porque es todo tan reiterativo. Pero nosotros lo vivimos, y sabemos que todos los años va a seguir siendo gracioso cuando estemos ahí sentados. Después están los locos de la movida. Los tipos con los que tenemos algo en común y por sobre cualquier otra cosa: el barrio, la música, los códigos, la vida. Ellos transforman la vida privada con sus altibajos en un unísono de risas y buena onda. Con ellos en estas vacaciones compartí muchísimas cosas. Y en el barrio los ruidos son distintos, las voces se entremezclan con otras de tonalidades más altas, con risas de pequeños y llantos de sueño. Ya son padres y los bautismos rememoran las viejas fiestas. Son muchas personas para ponerse a nombrar o recordar de manera específica. Después mis queridas amigas que la vida de estudiante me dio y con las cuales conservo una amistad que va creciendo y la disfruto. Y no olvidar a las dos alimañas estelares que el colegio me dejó y que representan sin duda. Para concluir, estas vacaciones tuve una suerte de retroalimentación con las raíces. Solo faltaba volver el tiempo atrás. Se respiró mucha amistad. Seguro ahí.